Las explosiones en India y Pakistán ponen en vilo a la región
Los atentados en las capitales de India y Pakistán sucedieron solo con un día de diferencia y fueron casi idénticos en daños y repercusiones: hubo una decena de muertos en cada explosión, las más mortíferas en ambas ciudades en más de una década.
No había nada que relacionara directamente las explosiones, pero se produjeron en un momento de tensiones latentes entre los rivales del sur de Asia, pocos meses después de que ambos países libraran un conflicto militar, breve pero intenso, derivado de un señalamiento de un episodio terrorista anterior.
La preocupación de que un intercambio de acusaciones similar se desencadene tras estos atentados ha puesto en vilo a la región, sobre todo teniendo en cuenta que los canales de comunicación y diplomacia entre los dos países, que tienen armamento nuclear, han disminuído a su nivel más bajo en años.

India lleva mucho tiempo acusando a Pakistán de respaldar, proporcionándoles refugio y apoyo, a los militantes que ejercen la violencia en su territorio. En los últimos años, Pakistán ha intensificado afirmaciones similares contra India: que Nueva Delhi está implicada en el apoyo a las fuerzas militantes y separatistas que luchan contra el Estado paquistaní.
La dinámica regional solo se ha vuelto más volátil y complicada desde el regreso de los talibanes al poder en Afganistán, que comparte una frontera porosa de más de 2500 kilómetros con Pakistán. Islamabad apoyó a los talibanes durante sus 20 años de insurgencia contra la república respaldada por Estados Unidos en Kabul, pero ahora los acusa de colaborar con India para respaldar a los militantes que organizan atentados en Pakistán.

Las autoridades indias han sido mesuradas en sus declaraciones desde la explosión mortífera del lunes en Nueva Delhi, en la que murieron al menos 9 personas y otras 20 resultaron heridas en una zona concurrida del casco antiguo de la ciudad.
Eso se debe, en alguna medida, a lo mucho que aumentaron los riesgos en la primavera tras la matanza en un sitio turístico en Cachemira, parte de una región disputada por India y Pakistán. Los atacantes identificaron a los turistas hindúes por su religión antes de matarlos frente a sus familias, lo que llevó al primer ministro de India, Narendra Modi, a culpar a Pakistán de proteger a los atacantes y a lanzar ataques militares. Después declaró que cualquier futuro atentado terrorista se consideraría un acto de guerra.
India está investigando la explosión en Delhi como un acto de terrorismo y el miércoles el gabinete de Modi calificó el atentado de “incidente terrorista atroz”. Pero el gobierno aún no ha señalado culpables.
“Las principales agencias de investigación del país están llevando a cabo una investigación rápida y exhaustiva del incidente”, dijo el martes Rajnath Singh, ministro de Defensa indio. “Quiero asegurar firmemente a la nación que los responsables de esta tragedia serán llevados ante la justicia y no saldrán indemnes”.
Analistas en Nueva Delhi dijeron que, aunque las tensiones siguen siendo altas, el conflicto entre ambos países en la primavera demostró lo rápido que la situación puede agravarse con la incorporación de drones. Las pistas para los investigadores podrían ser también más complejas que la del atentado en Cachemira. Nueva Delhi ha estado en el radar de otros grupos terroristas, como el Estado Islámico.

El hecho de que la explosión haya destrozado la sensación de seguridad que había imperado por una década en la capital aumenta la presión en los funcionarios indios.
Lo mismo podría decirse de Pakistán, donde el gobierno ya estaba sometido a la presión de una incesante oleada de atentados perpetrados por militantes en todo el país, y de la intensificación de su disputa a lo largo de su frontera con Afganistán, en el oeste.
En la televisión paquistaní y en las declaraciones del gobierno, ahora se habla sobre todo del gobierno talibán afgano como “respaldado por India”, manteniendo el foco en su archienemigo. El mes pasado, Pakistán atacó dos ciudades afganas, incluida su capital, Kabul, mientras el ministro de Asuntos Exteriores afgano visitaba India.
Pocas horas después del atentado en Islamabad del martes, el primer ministro de Pakistán, Shehbaz Sharif, se apresuró a acusar a India de estar implicada en el aumento de la violencia, sin aportar pruebas. Sharif dijo que el atentado cerca del tribunal, así como un asalto a una escuela militar en el oeste del país el lunes, se habían llevado a cabo “bajo instigación india.“
El Ministerio de Asuntos Exteriores de India rechazó la afirmación por “infundada”.

Los dirigentes políticos y militares de Pakistán han intensificado la retórica incendiaria contra India desde que se envalentonaron tras el enfrentamiento de cuatro días que mantuvieron en mayo. India atacó lo que describió como campamentos terroristas, pero el conflicto escaló hasta el borde de una guerra formal cuando Pakistán se regodeó en haber derribado aviones de combate indios.
Ese enfrentamiento ha dado un impulso de popularidad al jefe del ejército paquistaní, Asim Munir, a quien el miércoles se otorgaron poderes constitucionales ampliados.
Maleeha Lodhi, exembajadora paquistaní ante Estados Unidos y las Naciones Unidas, dijo que las autoridades paquistaníes han mantenido al país en estado de máxima alerta porque creen que India pretende vengar el revés que sufrió en aquel conflicto. Cuando el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, presionó a ambas partes para lograr un alto al fuego, Modi dijo que las operaciones contra Pakistán solo se habían interrumpido pero no habían concluido.
No obstante, Lodhi dijo que el entorno internacional desde el conflicto militar, en el que los lazos de India con Estados Unidos se han debilitado mientras que Pakistán ha encontrado un amigo más cercano, sugería que no sería fácil para India optar de nuevo por la acción militar.
“Las tensiones siguen siendo elevadas”, añadió, “pero dudo que los dos países estén al borde de algo ominoso”.


