La cineasta mexicana Claudia Sainte-Luce muestra en El reino de Dios cómo recuperó la fe perdida
Aunque no sanó del todo, con su última cinta, la cineasta mexicana Claudia Sainte-Luce sí logró desahogarse. Hace algunos años, se encontró perdida, desilusionada, dudaba de su talento como directora, escritora, en medio de pérdidas personales y decepciones laborales.
Pensó en abandonar su camino, enfocarse en otras cosas, pero antes de hacerlo comenzó a escribir una nueva historia, la del pequeño “Neimar”, de ocho años de edad que pierde la esperanza, la fe en Dios mientras acude al catecismo.
“Saqué todos los dolores que traía, nombrarlos no quiere decir sanarlos, los pude enunciar, no es que se me hayan borrado, sino que los podía digerir de mejor manera, sabía que no depende de una divinidad de allá afuera el que yo esté bien, no depende que él decida a quién le va a ir mal en la vida, quién va a vivir en la miseria y quién no, sino que es una cosa de libre albedrío, de decisiones de cada uno y que esa cosa divina más bien está dentro de cada uno, que vamos a atravesar muchas pérdidas, complicaciones, pero pues que también son parte de la vida y hay que enfrentarlas y eso es parte de crecer”, afirmó Claudia en entrevista.
De su pluma nació “El reino de Dios”, un filme que tuvo su rodaje en Tlalixcoyan, Veracruz, pueblo natal de la directora. La historia cuenta la vida de “Neimar”, un niño que, al inicio, se encuentra emocionado por hacer su primera comunión ya que su abuela le aseguró que ese día conocerá a Dios. El pequeño es fanático de las carreras de los caballos, un hobbie que muchos de la comunidad comparten; además de estudiar, también trabaja ayudándole a su mamá a vender tamales los fines de semana.
Sin embargo, las decepciones azotan la vida de este pequeño dejando de lado su inocencia y perdiendo esa gran fe que tenía.
“Me enojé con Dios de una manera muy infantil y creo que lo más lógico era escribir un personaje así, como el de ‘Neimar’, un niño que pierde la fe en Dios justo antes de su primera comunión por las cosas que le van sucediendo.